ISSN 2215-972X
ISSN 2215-9738

San Juan de Pasto, Nariño , Colombia

PORTADA PRIMER NÚMERO

PORTADA PRIMER NÚMERO
Ilustración de Jhon Felipe Benavides ©

15 de octubre de 2010

DAIMON (Filosofía)

SIMULACRO DIATÓPICO EN PARMÉNIDES DE CÉSAR AIRA
Por Alejandro Delgado Martínez
Pasto, Nariño

En realidad, la novela Parménides del escritor
argentino
César Aira trata del problema de
escribir y acerca del
quehacer creador, que en
el marco de la función que su
autor le atribuye
a la literatura (la de hacer
sugerencias que
abran caminos, un poco misteriosos, al
pensamiento)
delinea un juego de transformaciones en el
espacio
literario que permite pensar en la virtualidad
de las relaciones de la escritura y el
escritor. El
simulacro diatópico en la escritura
(de Parménides)
disemina las identidades en
la donación de sentido que
se proyecta en el
itinerante traslado de lo real a lo
irreal. Por
eso, la vivencia de la poesía, en el juego

múltiple de la experimentación del arte
poética, marca
rítmicamente la intermitencia
de un silencio que puede
hablar de lo que
induce al personaje de esta novela a

experimentar su hora azul.



“No hay mayor catástrofe psíquica que
obtener exactamente lo que se desea”
Juan Duchesne Winter



La hermenéutica diatópica1 aboga por adentrarse en la configuración del sentido del ser que se encuentra en las capas hondas y superficiales de la escritura en su relacionalidad con el mundo circundante; el desborde de la inmanencia textual y la circunscripción a márgenes equívocos y pluritópicos2 responden de alguna manera a la urgencia actual de adentrarse en el espacio literario desde un locus en tanto no-lugar que disgrega el sentido y la identidad a partir de una plural estética del lenguaje, tal como se manifiesta en la novela corta Parménides de César Aira.



Ilustración de Gustavo Benítez


El carácter identitario sufre en la novela de César Aira un resquebrajamiento radical, porque al encargarse al escritor Perinola la redacción de un libro sobre el Ηολον (el todo integral, la totalidad) de la Physis (naturaleza) se asiste al desvanecimiento, el desdoblamiento y, en suma, a la diseminación identitaria de su condición. Tal dislocamiento se hace efectivo por la irrupción difusa del concepto de autor y creador. En efecto, el contexto histórico, al que remite César Aira, es el de los inicios del racionalismo ontológico de occidente, que empieza a separarse del discurso mítico, aunque, como se sabe, el mythos no fue ajeno a la configuración del pensar y el ser, al menos en el contexto intertextual del poema Sobre la Naturaleza del filósofo Parménides. Existe un desplazamiento en un emplazamiento de la autoría, que consiste en el simulacro artístico donde el yo individual, el ser, la ousia sustancial de lo que es, se desplaza en un juego donde el sujeto queda suspendido en un devaneo a-racional. Esto se hace ostensible en el momento en que el Jerarca Parménides solicita al escritor Perinola la redacción de un libro que abarque todos los aspectos de la physis; con este acto se introduce la antítesis que supone el devenir en el don del ser y la transmutación del yo (Perinola) en el no-yo (Parménides), la alteridad desnuda del préstamo irónico de la subjetividad para el ejercicio de la obra artística. Esta situación se revela en las siguientes palabras:

Porque lo que estaba haciendo, y lo que suponía que
tendría que seguir haciendo durante meses, era asumir la
voz y el pensamiento del “autor”, es decir, Parménides.
(…) Tenía la máscara, y se la ponía, y la máscara
arrastraba todo lo demás. La máscara eran los gestos de
Parménides, el timbre de su voz, su modo de hablar; no
le era difícil ponerse en el personaje porque lo había
tenido en el primer plano de su mente cada momento de
esos tres días, desde que lo había conocido. Y si el
“estilo” exterior de una persona es expresión del
pensamiento, éste puede deducirse de aquel3.

Parménides es quien va a firmar el libro que Perinola nunca llegó a terminar, así, contar historias es despedirse de la presencia (Dúchense Winter, 2005; 69), pues en dicho acontecer se pierde el ser, el nombre, la sustancia del individuo. El simulacro de las identidades en la donación que realiza Perinola se re-acentúa por la inconclusión de la obra a su encargo, ya que si se trata de diseminar el cerco de la totalidad unívoca e inmanente del ser racional que supone todo logos –en este caso la firma del libro–, la ausencia de teleología confirma una vez más el simulacro que supone ser escritor y el desintegrarse en el discurso de sus personajes.


Del mismo modo, el simulacro permite ver el acto de escritura como algo performativo. Efectivamente, nada más cerca del performance que el hecho de encontrarse en la encrucijada del disimulo, en la epojé (suspensión) que implica una práctica de enunciación singular como la escritura; en este sentido Perinola, al no poder ejecutar la intencionalidad de su pensar (noema) en una experiencia artística, entra a hacer parte del juego de actuar, para colocarse la máscara y simular lo que el instante le sugiere, es así como “las exigencias métricas y acentúales le iban dictando las frases”4.

También en la estructuración y encadenamiento de la escritura, una vez más el acto performativo entra a jugar un papel decisivo, pues Perinola permite que la enumeración atraviese su escritura y determine su cohesión; de esta forma, del azar circunstancial del instante aflora el arte, “…porque toda enumeración es un relato en potencia, y no hay más que darle una función activa a algunos elementos, y remitirse a los otros como objetos auxiliares y adversos, para que la historia aparezca” 5.

Los mundos sufren un trastrocamiento líquido,
al hacer del plano histórico del relato, un
texto que crea sensibilidad en la relacionalidad
existencial y el juego múltiple de la experimentación

del arte poética; vivir la poesía es fingir ser,
desbordar los límites de la ontología última
y reverberar en el afuera deseante que dona sentido.


“Nunca había tratado de explicarle a nadie lo que era la poesía y cómo funcionaba (…) la poesía solo se hacía entender en el círculo redundante del soliloquio”6, reflexionaba Perinola cuando era requerido para instruir a la nueva esposa de Parménides, Rosetta. Pese a que no escribió nada, así como tampoco tenía habilidad propedéutica alguna respecto a su oficio, Perinola prosigue en el simulacro. Si no había escrito nada, salvo las dos partes del libro encargado, este escritor continúa en la virtualidad de su existencia con acciones que no le pertenecen en esencia, carácter éste que reafirma la desconstrucción del ‘yo’ personal perteneciente a uno de tantos mitos fundantes. Si no existe una esencia constitutiva en Perinola, que consista en la maestría como escritor con una trayectoria de reconocimiento en su profesión –lo que de alguna manera implicaría una sustancialidad–, involucra que el juego performativo admita una diatopía entre la“realidad” y la “virtualidad”, y ello en dos sentidos. En primera instancia lo real, circunscrito a la inmutabilidad del ser, sufre un devenir hacia lo virtual por el hecho de que Perinola juega a ser lo que no es; de esa manera vive una abstracción en varias situaciones, en especial cuando tiene que insertarse en la aplicación de un arte poética en la instrucción de la esposa de Parménides; aquí se obra una desterritorialización diatópica que va de la techné –que es el mundo “real” de Perinola–, a una “poiesis” en tanto ejecución propedéutica del arte poética en la virtualidad del escritor, el cual “nunca lo había hecho, escribe Aira, ya que su propia formación era defectuosa” 7. En segundo lugar, la virtualidad de la vida de Perinola comprende la relacionalidad con Parménides y su círculo jerárquico, ya que la existencia es un itinerante traslado de lo real a lo irreal, lo que se puede constatar en las siguientes palabras del narrador:

Era en el momento de salir, al mirar al cielo y la calle
y los árboles y la gente, al emprender el camino a su
hogar, cuando sentía la distancia que se había abierto
entre realidad y realidad (…) Era un sentimiento de
irrealidad, (…) sobre todo porque estaba haciendo un
trabajo que no era un trabajo, escribiendo un libro que
no estaba escribiendo, y que aun en el caso de
escribirlo no lo escribiría él, (¿Quién, entonces?).
Todo era irreal, y si bien esto podía parecer
insostenible o hasta angustioso, también contenía un
elemento de libertad como nunca lo había conocido, y que
se antojaba muy poético. Se decía: ‘estoy viviendo la
poesía’8.

El hecho de estar viviendo la poesía remueve la realidad de la techné y permite pensar en la virtualidad de las relaciones de la escritura y el escritor –en este caso Perinola– como la más viva manifestación de lo equívoco de la aisthesis. Los mundos sufren un trastrocamiento líquido, al hacer del plano histórico del relato, un texto que crea sensibilidad en la relacionalidad existencial y el juego múltiple de la experimentación del arte poética; vivir la poesía es fingir ser, desbordar los límites de la ontología última y reverberar en el afuera deseante que dona sentido.Perinola vive la poesía en la interpelación del arte poética y la consecuencia –de ninguna manera lógica– que esto provoca. La vivencia de la poesía, en tanto virtualidad y simulacro deviene fuga, y es lo que induce a Perinola a experimentar su hora azul, inmersa en la plenitud a-temporal, pues “una sonrisa boba se dibujó en su rostro, una mueca que no expresaba el tumulto casi extático de su interior. A partir de ese momento, todo podía servir. Lo más pequeño, lo más insignificante,
podía volverse signo, y el signo poesía” 9.







Bibliografía

AIRA, César. Parménides. Barcelona: Mondadori, 2006.

DUCHESNE WINTER, Juan. Fugas Incomunistas. San Juan: Vértigo, 2005.

ESTERMANN. Josef. Filosofía Andina. Quito: Abya-Yala, 1998.

HEIDEGGER, Martin. El Ser y el Tiempo. México: Fondo de Cultura Económica, 1993.

NIETZSCHE, Friedrich Wilhelm. Así habló Zarathustra. Madrid: Alianza, 2003



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